Sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor

Odio a los gallitos de gimnasio porque siempre desprecian mi sudor

Carlos Goñi, Odio.

 

Dejemos de matarnos en los gimnasios, los cánones creados por los artistas griegos son artificiales. Observando atentamente los cuerpos de los atletas que se ejercitaban en la palestra, aquellos demiurgos seleccionaron las mejores partes de cada uno con el objeto de crear un Frankenstein modélico. Torsos, piernas, brazos y rostros fueron constreñidos al interior de formas geométricas gratas al inconsciente -círculo, triángulo equilátero, cuadrado (Da Vinci hizo lo mismo con el ‘Hombre de Vitrubio’)-, inclinado al aprecio de nuestra propia simetría, relacionadas mediante cálculos matemáticos y reglas que proveyesen al híbrido de proporción, ritmo y armonía, asegurando así la perfección formal, el placer de los sentidos, en suma, la belleza; éxito asegurado (en Loewe saben).

© Foto – Ángel Carlos Aguayo Pérez

 

Nada ha cambiado tras 2500 años. Sin embargo, esos constructos ideales conllevaban la frustración, igual que hoy. Los efebos sudaban ante las esculturas de Hermes y Heracles que ornamentaban sus espacios de entrenamiento, tratando de asemejarse a sus rotundas musculaturas, pero éstas, sabemos, eran artificiales, inalcanzables. Platón -“el ancho de espaldas”-, al que se le supone experiencia en el pugilato antes de entregarse a la filosofía, expulsó de su República a los artistas dado que, con sus creaciones, tratando de imitar (mímesis) la realidad, la naturaleza, la falseaban: Cristiano Ronaldo, por mucho que se esfuerce, nunca podrá ser una estatua de Policleto…
Copia romana del Doríforo de Policleto, ca. 450-440 a. n. e. Nápoles, Museo Arqueológico Nacional.

 

Texto de:

Carlos Aguayo Pérez

Arqueólogo y miembro del Equipo de Pausanias Viajes

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