A pesar de que los cambios sean a mejor, decir adiós a lugares especiales no resulta fácil a veces… Concepción Bahamonde, 8 ha sido el “ómphalos” de Pausanias durante los últimos ocho años, nuestro centro energético, donde hemos crecido para consolidar los cimientos y construir la estructura de una casa más grande… En un pequeño espacio escondido de apenas 50 m2, hemos podido poner en marcha ideas, entusiasmarnos con proyectos, soñar e ilusionarnos. Además, esta humilde oficina ha querido ser siempre un punto de encuentro, un lugar donde dar voz a la Cultura y atraer el talento para aprender gracias a la erudición de conferenciantes que generosamente nos han regalado momentos imborrables. En este espacio, hemos podido realizar exposiciones, cursos, charlas introductorias de viajes, catas de vino romano, fiestas de aniversario e ¡incluso dar cobijo a un belén mitológico!… maravillosos eventos que ya quedan grabados en nuestro corazón; pero… por encima de todo, Concepción Bahamonde, ha sido siempre el hogar donde conectar con nuestros viajeros, amigos, y todas aquellas personas que compartimos una pasión común: la arqueología, la historia y los viajes…
Decimos hasta siempre a nuestra antigua sede para comenzar una nueva ilusionante etapa en Abtao, 42 y para celebrarlo, hemos pensado que os gustaría leer unas palabras que algunos de los miembros del Equipo Pausanias han dedicado a modo de despedida:
Una atmósfera antigua
Como estudiante de Turismo buscando prácticas, llegué a la oficina de Pausanias que para mi fortuna se encontraba a 10 minutos andando desde mi casa. La primera impresión fue conocer una empresa con una personalidad única y originalidad que me permitió soñar diversas maneras de aplicar mi creatividad. Entusiasmada por mi nueva etapa, realicé mis prácticas aplicando lo que me encantaba hacer, pero me sorprendí sobremanera pocos meses después al aceptar mi nueva realidad: ese era mi nuevo lugar de trabajo. Y aunque tenía sus pequeñas particularidades, disfruté trabajar cada día envuelta en la atmósfera antigua que representaba nuestra oficina, casi convirtiéndose en un espacio familiar para mi. Ahora miro con optimismo y expectación las nuevas etapas que vendrán en Abtao 42 que demandarán de mi mucha más entrega y pasión.
Ana María Forero
Una calle inesperada
Concepción Bahamonde es una calle inesperada del Madrid secreto. Nadie que pase por sus aledañas, grandes arterias de la ciudad, calle Alcalá, Francisco Silvela o Dr. Esquerdo, podría imaginar una calleja tan tranquila e inesperada. Porque en la calle de Concepción Bahamonde todo es sobre todo inesperado. Inesperado fue para mí llegar a ella un buen día ya hace 4 años. Recibí una llamada telefónica, sentado en la sala de profesores del Instituto en donde daba entonces clases de refuerzo por las tardes. Justo ese día no vino ninguno del plantel de “anti-sistemas” que tenía y al otro lado una voz amable y cercana me reconocía mi CV y el interés que había mostrado por trabajar en la empresa. Habían pasado años, al menos 3, desde que defendí la tesis y tras varias frustraciones, con un pie en el vacío, una mano en una maleta sin dirección, y la otra en la de mi mujer y mis dos retoños, había soñado dejándome llevar por las fotos de bellos viajes arqueológicos y en un arrebato, entre otros envíos desesperados, había mandado mi CV. Casi nada recordaba cuando escuché la voz de mi ahora colega Víctor que me concertaba cita para entrevista.
Tras pasar por la salida de Bomberos que se abre en Alcalá, mi mujer, los niños con los abuelos, me esperó encajada entre coches en la calle de Rufino Blanco. Ya sólo, girando por Marqués de Mondéjar y dejando un par de bares, uno más castizo y otro zamorano, entré en la calle secreta. Un par de árboles, algún coche ocupando las plazas de aparcamiento, señora en pantuflas paseando al perro y un cartel color crema con el nombre de referencia: Pavsanias. Las puertas también color crema con cristales temblones y manilla con cerradura de taller-tienda del Madrid de antaño. Al abrir, un lugar acogedor, especial: suelo que cruje, olor a libros, frescos en las paredes y figuras evocadoras. El Príncipe de los Lirios te señala el lugar, la dirección. Sentado en una silla vintage se dirigen hacia mí. Otras puertas abren hacia lo desconocido. Ventanas con plantas colgantes se asoman a un patio luminoso. ¿Estaré en pleno Manuel Becerra? Concepción Bahamonde es un retiro casi espiritual. Así lo ha sido después de superar mis pruebas iniciáticas para entrar en el Equipo. De aquellos cuatro que fuimos hoy nos hemos duplicado y aunque la COVID-19 nos ha obligado a detener nuestras frenéticas idas y venidas por nuestra koiné arqueológica, otras experiencias han venido y vendrán en nuestro nuevo local, grande y espacioso lleno de oportunidades. Inesperado futuro para quienes venimos del pasado de la calle inesperada de Concepción Bahamonde.
Fernando Alonso Burgos
“La princesa está triste,
¿qué tendrá la princesa?”
Rubén Darío, Sonatina
La primera vez que entré en el local de Pausanias -durante el invierno de 2015- vi al Principe de los Lirios pintado en la pared, y pensé: estos saben. Tres años más tarde -¿quién lo diría?-, el primer grupo de nuestros viajeros contemplaba la copia al óleo que los Guilléron hicieron, dispuesta al sur de Knossós, y, sobre todo, el genuino bajorrelieve al fresco del Museo Arqueológico de Heraklion. Observándolo de cerca, uno es plenamente consciente de que se trata de un híbrido de inconexas piezas ensambladas ex profeso para ilustrar las románticas teorías de su descubridor. En la actualidad, se admite que los fragmentos de su puzle pertenecen, como poco, a tres figuras distintas -al menos, una femenina-, y, hablando en plata, no sería minoico sino micénico (algo aunque nunca afirmaría ante un local). Tanto da. El Frankenstein por excelencia ha devenido icono de la historia de la arte y la arqueología -como sus allegadas, las modernistas Damas de azul-, formando parte del imaginario egeo y la iconografía de la más variopinta parafernalia -incluso hay tangas(!)- que uno puede traerse de Creta si acaso precisa de un recuerdo material de la indeleble estancia en paraíso terreno.
Nos mudamos, básicamente, porque nos pega más ser vecinos de la Avenida del Mediterráneo, en Pacífico; ambos nombres evocan más nuestro quehacer, el eterno movimiento, la aventura. ¿Qué será del grácil Principe?, quizá nadie vuelva a ocupar el viejo local, éste se venga abajo y transcurridos los milenios un Evans distinto halle sus pedazos, los junte y cree otra maravillosa quimera a partir de la cual contar mitos. Eso, en el caso de continuar ahí, porque siempre he sospechado que el nuestro, con su mano izquierda, no arrastraba un grifo ensogado, sino una maleta, presto a largarse muy lejos en cuanto dejamos la oficina…Kaló taxidi, file mou!
Ángel Carlos Aguayo Pérez
Visité por primera vez la oficina de Concepción Bahamonde en noviembre de 2014 para encontrarme con Matteo y Jesús. Mi primera impresión fu
e ver en su frente colgado un letrero con letras latinas negras sobre un fondo claro con el nombre de Pausanias Viajes, los ojos inmediatamente después se dirigían hacia una vetusta puerta decimonónica repintada que más se parecía a la de una librería o un taller que a la de una agencia de viajes. Siempre me gustó esa entrada… A través de sus finos cristales poco o nada se vislumbraba porque el interior parecía en penumbra. Al poner los pies dentro, un ambiente muy peculiar se apoderaba de ti, era acogedora y a la vez intrigante, silenciosa, austera pero llena de detalles. La curiosidad te hacía no querer perder ningún pormenor de aquí y allá. La estancia de techos altos parecía estar dividida
en dos partes. La primera y la más próxima contenía a la derecha, dos librerías y un viejo aparador de madera, más arriba, una pantalla para proyectar, un atril y varias sillas de plástico. A la izquierda pintado en la pared, el rey sacerdote de Cnossos y debajo un banco de madera con una mesa antigua en frente repleta de revistas, todo el conjunto decorado al viejo estilo pompeyan
o como si en una domus romana te encontraras. Un paragüero y un perchero metálico completaba el conjunto. En la segunda sección, dos mesas de oficina repletas de papeles con dos ordenadores y sillas de cuero marrón, muchos cuadros en las paredes, plantas, papeles en la mesa, vasijas y hasta un casco de centurión romano, y una luz muy especial que entraba por unas ventanas de doble hoja que daban a un patio interior. Dos misteriosas puertas señalaban que detrás podría haber un aseo y otra quizá un office. Un maravilloso collage que te hacía sentir como en casa.
Y, a partir de ese momento, en eso se convirtió para mí durante más de 5 años y medio, en un segundo hogar, un refugio, una escuela de aprendizaje, una fábrica de ideas y empeños, un punto de partida para crecer, compartir, encontrarte y luchar por tus sueños, sueños que, con el tiempo, mucho esfuerzo y obstinación, a veces se convierten en realidad.
Te echaré de menos Concepción Bahamonde por todo lo que has representado para mí, pero prometo visitarte de año en año para contarte qué felices somos en Abtao, 42.
Víctor González
Recuerdo la primera vez que fui a esa oficina tan oculta. La pintura de la pared me recordó a las casas pompeyanas ya que había pintado mi casa con unas tonalidades parecidas. Era la primavera de 2013 y entonces Jesús estaba preparando un viaje a Grecia para mí a finales de junio, una vez hubiese finalizado el congreso de arqueobotánica que tuvo lugar en Tesalónica. Fue inolvidable recorrer la Hélade de cabo a rabo incluidas Mikonos, Delos y Santorini. En 2014 repeti esta vez con Matteo un viaje por el norte de Italia desde Milano a Padova donde tenia despues un congreso. Después vinieron Malta en 2017; las Motillas, Cerdeña, Etruria y Sicilia en 2018; Malta de nuevo esta vez con Gozo y Comino y Creta en 2019. Y si el COVID-19 no hubiese parado todo tenía previsto para este año Irán. Esperemos que para 2021 reanudemos la maravillosa rutina que es viajar